viernes, 12 de septiembre de 2014

La blancura otoñal de la Paz

La Virgen de la Paz en su paso, preparada para la salida
extraordinaria del sábado 13 de septiembre de 2014.
Foto: M.J. Rechi
Cuando este atípico verano, poco a poco, se despide del caudaloso discurrir del calendario; cuando las lluvias anuncian que, en breve, las hojas volverán a desprenderse de los árboles para dejar sus ramas desnudas y revestir el suelo del marrón propio del otoño; cuando el sol va ocultándose cada vez más temprano para ir acortando las tardes; cuando todo ello está ocurriendo una vez más, parece que el tiempo nos engaña o nos confunde, porque nos huele a una primavera que está a punto de reventar en ese azahar que tímido abre en los naranjos del Parque de María Luisa la belleza de sus pétalos diminutos y blancos, blancura de la pureza que desprenden, blancura de esa Paz que inunda el Domingo de Ramos.

La ciudad está tomándole de nuevo el pulso a la rutina, y mientras los niños van regresando a los colegios, por Valparaíso, Felipe II, Montevideo, Exposición, Río de la Plata, Diego de la Barrera o San Salvador se presiente que algo especial va a ocurrir, porque en San Sebastián aguarda aquella Reina que es Flor entre las flores el instante exacto en el que convierta el inicio del curso en el arranque de una fugaz y soñada Semana Santa. El 13 de septiembre tendrá aromas de incienso por las calles de El Porvenir, mientras la silueta del palio más limpio y transparente se recortará en las fachadas de las señoriales casas del barrio.

Cumple 75 años, que se dice pronto, pero no los aparenta. No, porque Antonio Illanes supo darle el toque preciso a la venustez inmarcesible de ese rostro que transmite todo lo que Ella, la Madre de Dios, lleva guardado en lo más profundo de su advocación. Sólo tres letras para invocarla en estos tres cuartos de siglo: Paz. Y ya lo decía el poeta Antonio Murciano, “Tres letras son y están en la esperanza”, porque esta Virgen que porta grácilmente su ramita de olivo plateada en su mano izquierda es precisamente auténtica heraldo de esperanza, porque con Ella soñamos cada día y cada noche, y la anhelamos eternamente. Nos hace falta. Es  indispensable para nuestra sociedad. Que nunca nos falte su Paz, la misma que Dios nos dejó, aquella que Dios nos sigue dando.

Dicen que celebra sus bodas de diamante, pero no nos equivoquemos, pues no existe piedra más preciosa que esta joya que resplandece por sí sola. Como brillará en la soleada tarde septembrina en la que se encaminará a la Plaza de América, y entre el revuelo de mil palomas Ella siga proclamando su mensaje de Paz.

Fenece el verano, casi está brotando el otoño, y sin embargo, aunque sea septiembre, parece que es el invierno el que se marcha para que sea la primavera quien tome posesión del tiempo, aquella que nunca muere en la pulcra y sencilla mirada de la Reina de El Porvenir.