Intervenciones públicas


Acto de Exaltación Poética a
la Virgen de la Hiniesta Gloriosa Coronada
con motivo del VI centenario fundacional

Salón de actos del Excmo. Ateneo de Sevilla
Jueves 19 de abril de 2012

Intervinimos seis oradores, siendo los cinco restantes Sebastián Cerrillo Ariza, Pedro Orozco Acosta, Francisco Javier Segura Márquez, Antonio F. Bellido Navarro y José María García Domínguez. Éstas fueron las palabras con las que rendí homenaje a la Santísima Virgen de la Hiniesta en aquella celebración.

Si os vais al monte a esconder,
Virgen, entre las retamas,
eso es andar por las ramas,
por no darse a conocer.

No me espanto de que os vais
al monte fragoso, y grave,
porque en fin, como sois ave,
de rama en rama os andáis.

Pero si os vais a esconder,
Virgen, entre las retamas,
eso es andar por las ramas
por no darse a conocer.

Por mucho que os encubrís,
buscando nuevo horizonte,
os descubrirá en el monte
el vuelo de una perdiz.

Bien os podéis esconder,
Virgen, entre las retamas,
que aunque os andéis por las ramas
os tienen que conocer”.

(Fray Pedro Beltrán,
Ramillete de Flores de la Retama, 1631)

Reproducción en plata de la Hiniesta Gloriosa, ejecutada
por Marmolejo, que cada Domingo de Ramos aparece en
la calle central de la candelería del palio, y que todo el año
se halla en el despacho del Alcalde de Sevilla.
Y tanto que os tienen que conocer, Señora, es necesario que así sea después de seis siglos. Cada Domingo de Ramos, entre un azulado bosque de capirotes regado por el fulgor del sol y acariciado, más tarde, por la brisa de la noche, tendéis a esconderos aún.

Dicen que, durante todo el año, permanecéis oculta a la contemplación de muchos que casi ni saben de vuestra existencia, pero veláis desde el íntimo silencio de una estancia por la compleja tarea de un hombre que ofrece su servicio y su labor a aquellos que son sus conciudadanos.

Veis pasar el tiempo lentamente, casi sin percataros realmente de la fecha exacta en la que vivís, pero algo os deja ver que llega el momento de salir de vuestro escondite porque retorna de nuevo el tiempo en el que la luz vuelve a crecer.

Os vienen a buscar, Señora, y abandonáis la atmósfera claustral del despacho para ser llevada, tal y como hiciese en 1380 Mosén Per de Tous, a la Iglesia que está junto a la Puerta de Córdoba. Año a año, casi sin que nadie lo perciba –magnos misterios de esta urbe milenaria–, se reescribe esta historia, o más bien se renueva, aunque da igual como queramos llamarle, porque lo cierto y verdad es que regresáis para dejar de estar escondida, aunque ya no sea entre las retamas.

Rodeada de cera, sintiendo cerca la presencia de Aquella que preside el recinto sagrado de San Julián, y escoltada por el llanto que consolará con mecidas el palio azul y plata de sello juanmanuelino, aguardáis otra vez el momento… Y será entonces cuando se piense, como se afirma en los versos del poeta Enrique Barrero Rodríguez, que sois “Baluarte de la historia / de la tierra de Sevilla”.

Pareciera que entre tanta penitencia no hay sitio para la gloria, cuando en absoluto es así. El dolor trae siempre, detrás, un triunfo, como es el de la alegría de una sonrisa, por eso Vos estáis ahí, casi escondida, pero hemos de encontraros, porque no todo queda en el puñal y el pañuelo, puesto que hemos de bajar la mirada y observar vuestra discreta presencia.

Podría hablar mejor, sí, de esa anochecida lenta de la recta final de la primavera en la que os encamináis al consistorio, donde pasáis la madrugada a la espera de que en el nuevo día pase ante Vos la presencia real y verdadera de Nuestro Señor Jesucristo en ese Santísimo Sacramento que se asienta sobre la colosal custodia de Juan de Arfe y Villafañe. Sin embargo, prefiero quedarme con ese descubrimiento íntimo de la gloria anticipada en la tarde del Domingo de Hosannas.

Vengo a buscaros, Señora,
para hallar vuestra alegría
entre esa candelería
cuya luz no se demora
cuando la noche os implora,
porque no todo es dolor,
ya que el azul es color
de una gloria que la plata
con su brillo la delata
plena de gozo y de amor.

A vuestras plantas acudo,
pues bajo el llanto divino
sé que existe un baldaquino
en el que Vos sois escudo
del cariño más agudo,
y ahí estáis, siempre presta,
con la fe que os manifiesta,
aunque se os vea escondida,
toda mi alma rendida,
Santa Virgen de la Hiniesta.

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Presentación del Cartel de
la Tertulia Cofrade "Albores"

Capilla de la Fábrica de Tabacos
Jueves 17 de enero de 2008

Cartel de la Tertulia Cofrade "Albores" del año 2008,
con la Virgen de la Victoria de la Hermandad de las Cigarreras
Sólo por el Amor al Señor, se alcanza la Victoria de la vida. Sevilla conoce muy bien esa lección, y la tiene aprendida, mas no por ello ha de confiarse y creerse que ya lo sabe todo, que es perfecta, porque siempre hay que seguir mejorando. La única perfección está en Dios, y tras Él, en Santa María, equilibrio de belleza que el cofrade halla en el rostro amable de la Virgen de la Victoria.

Han pasado días de sol, de calor, de escasas lluvias, de tímidos fríos, y tras conmemorar la Natividad del Divino Salvador, las horas se sumergen en la profundidad meditativa de los siglos, y se reescribirá la historia de cada cuaresma.

Allá donde haya reunidos dos o tres en su Nombre, estará Él. Quizás éste sea el mensaje más claro de nuestras tertulias, aquellas mismas que, cada año, cuando poco queda para sentir la ceniza que marca el tiempo sobre la frente, abre ventanas en paredes, cristales y escaparates para dejar asomar el pregón de la más sentida pasión del cristiano.

El hombre crea instrumentos que le sean útiles para el cotidiano discurrir por su existencia, crea tecnologías, pero si éstas son aplicadas del modo correcto, hasta pueden llegar a evangelizar. La fotografía, sin duda, constituye un buen soporte para hacernos llegar a Cristo y su Madre. La ciudad se llena de carteles, y con ellos, Dios y María van tomando posesión de una urbe que, en escasas semanas, dominarán a través del clamor de todo un pueblo que los venera con rotunda devoción.

Se van a descorrer las cortinas, y tras ellas veremos la oscuridad de la noche, que es rota por el ascua de luz de la candelería de la Virgen de la Victoria. Tú eres este año, Señora, quien nos anuncia nuestra Semana Santa. Y ahí te vemos, con un puñal que te atraviesa el alma cruzando el camino por donde galopa el sentir de tu Inmaculado Corazón, y perforando todo cuanto halla a su paso. El dolor no sabe de amor, por eso vulnera el espíritu del ser humano, provocando en él auténticos pesares que dañan y corrompen la fe que guía la vida de quien quiere creer en la Palabra de Dios.

Sin embargo, no sólo esa espada afilada hace sangrar tu pecho desgarrado en la más cruel y agónica angustia, sino también las espinas que trataron de destruir y burlar la Realeza de tu Hijo sobre sus sienes, y los látigos que desgarraron su piel despellejándola de toda bondad, sin exterminar jamás de su cara el gesto de mansedumbre que nos hace ver claramente que es Jesucristo, y sin olvidar los clavos que lo mantuvieron secuestrado en el tosco madero que se convirtió en el verdadero signo de nuestra redención.

En tu pañuelo no sólo recoges tus lágrimas, Madre, sino también toda la miseria de un mundo cada vez más egocéntrico y materialista, tratando de llenar de los dones celestiales –de alguna forma que ya no sabes cómo– a esta sociedad que afirma muchas veces creer en nuestros dogmas, aunque ese pensamiento se queda sólo en la palabra que descansa en nuestros labios y no llega a una acción emprendida...

Madre de Dios bendita,
Reina de nuestro Universo,
Contigo me siento inmerso
–cuando mi alma levita–
en la ternura infinita
de esa paz conciliatoria
que extermina toda escoria,
pues Tú nos haces sentir
que siempre hay que vivir
al calor de tu Victoria.

Vengo esta noche a susurrarte al oído, y aunque como pecador que soy también caigo en el fango de la incredulidad y el escepticismo como cualquier otra persona que se equivoca, quisiera con mi verbo cicatrizar todas las heridas que rompen tu figura, llevándola al dolor más extremo que nadie nunca pueda imaginarse... 

Estás Tú, y sólo Tú. Sopla el viento frío en el Calvario de tu palio, pero jamás se podrán apagar los cirios que te preceden y escoltan, porque cada uno de ellos representa el corazón de quien de verdad te quiere, te necesita, te implora, te suplica, te reza, te llora, te ama... Cruzas las plazas con sueños de Esperanzas, y vas pisando la madrugada para poder ver el reflejo de tu hermosura en la blanca pulcritud luminosa de la Luna de la Parasceve.

Sin duda, uno de los mejores marcos semanasanteros para contemplarte es el espacio donde te han retratado. En la Puerta de Jerez se consolida tu venustez esplendente, además de brotar la historia en el secreto de aquellas paredes que tantas leyendas y fábulas esconden. En la ventana por la que hoy te asomarás para ver a tu gente, puede apreciarse al fondo la Capilla de Santa María de Jesús, templo primitivo de aquella Universidad que hoy mantiene el pulso vital de ese blanco edificio de la calle San Fernando, que antaño fuese Fábrica de Tabacos, desde la que salías cada año, recorriendo los adoquines marcados por los raíles del viejo tranvía.

Pasan los años, y no lo hacen en balde, sin embargo, las agujas del reloj, en su continuo viaje circular, jamás hacen estragos en la lindeza de tu expresión, porque mantienes la juventud que las manos de un escultor –Juan de Mesa, quizá– impregnaron en Ti. Pero los segundos, aunque corran a gran velocidad, no harán nunca que Sevilla olvide tu recuerdo en aquel entorno de sevillanísimo sabor.

Sales de la Catedral, con la sensación del deber cumplido por parte de tus hermanos, y la cofradía, fiel a su historia, se acerca a las inmediaciones del Alcázar –seguro que en alguna habitación, Alfonso XII tenía una estampa tuya para sentirse seguro de tu protección cuando dormía en Sevilla–, y más tarde, busca la Plaza de la Contratación para arribar a San Gregorio, y así, sólo así, se produce tu reencuentro con el pasado, porque la calle San Fernando sigue siendo tuya, y añora sentir la blandura de tu carga dolorosa.

El cartel, curiosamente, presenta un encuadre en el que, jugando con el ángulo, la Virgen mira como si buscase aquella vía que permanece viva en la memoria de Santa María. Y luego dicen que la fotografía no nos hace soñar, cuando el individuo, al observarla, le puede dar todas las interpretaciones que quiera a la instantánea que contemple…

Es muy difícil, casi imposible diría yo, hablar de Ti poco tiempo, pero es lo que me solicitan, porque hasta para piropearte, es bueno dejar la miel en los labios, y quedarse con el regusto de sentirte muy dentro. Fugaces son mis palabras, como lo es tu discurrir ante nosotros cada tarde de Jueves Santo, pues eres suspiro suave y gentil que refresca el corazón al contemplar tu cofradía.

He de poner fin a mi particular “chicotá” con la Virgen de la Victoria. Se disfruta mucho de Ella cuando la tienes tan cerca, y le dices todo lo que llevas escondido en ese rincón donde se conserva intacto el sentimiento. Curiosamente, en la fotografía que vamos a descubrir aparece un sólo capirote, indudablemente, es el fiscal de paso, y si hablábamos de cómo pasa el tiempo por nosotros, él, mejor que nadie, lo sabe, y mira su muñeca para darle la orden al capataz, y buscar definitivamente ese Puente de San Telmo que la devuelva a este recinto en el que nos encontramos.

Llega la Semana Santa,
brotando, como un clavel,
la elegancia de un cartel
que nuestra ilusión levanta,
y Sevilla se decanta
por tus fragancias mejores,
pues Tú, Flor entre las flores,
Señora de la Victoria,
nos vas a anunciar la gloria
con esta Tertulia Albores.

Muchas gracias.

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